Orgulloso de ser miembro de la Unidad Macrocovid del Hospital Universitario Ramón y Cajal.
Como todos sabéis, la llegada de este nuevo virus SARS-CoV-2 no solo ha transformado nuestros hospitales, sino que también ha cambiado nuestras vidas.
Nos encontramos inmersos en una nueva forma de guerra bacteriológica frente a la que no estábamos preparados ni mentalmente ni en equipamiento sanitario.
Como no podía ser de otra forma, nuestra ciudad, y en particular nuestro hospital, ha sido especialmente azotado por esta pandemia.
En nuestro centro, se ha habilitado una gran Macro Unidad COVID para pacientes infectados (más de 1200 en nuestro hospital y más de 100 en unidades de cuidados intensivos).
Para que ustedes lo entiendan, esta Macro Unidad COVID se ha organizado como si de un campo de batalla se tratara, con mini comandos dirigidos por un especialista en Enfermedades Infecciosas, Medicina Interna o Neumología, junto a los cuales nos hemos ido adscribiendo los diferentes especialistas, intentándoles dar soporte y ayudar en la medida de nuestras posibilidades a los pacientes.
En mi experiencia, cada uno de esos mini-comandos se encarga del manejo de aproximadamente 12 pacientes (en este caso de 4 habitaciones, porque han debido convertirse a habitaciones triples dada la gran demanda de pacientes contagiados).
Nuestro día a día consiste en acudir por la mañana al Hospital y revisar en los ordenadores las incidencias que han acaecido por la noche. A continuación, nos preparamos para efectuar el pase de la planta. Intentamos ir alternando el médico que debe explorar a los pacientes para de esa manera minimizar el riesgo de contagio. En primer lugar nos intentamos proteger con el máximo de cuidado con batas de papel y batas de quirófano de plástico reesterilizadas (las EPI que aparecen en la tele brillan por su ausencia), calzas para los zuecos, gorro y guantes, mascarillas quirúrgicas y si tienes suerte una FFP2 (una para contrarrestar toda la pandemia). Afortunadamente como cirujano que soy, dispongo de unas gafas de quirófano, y además hemos conseguido unas pantallas protectoras de plástico que nos permiten explorar a los pacientes con una mayor seguridad.
Como he comentado, uno de los médicos explora a los pacientes. Básicamente lo importante es saber cuál es el aporte de oxígeno que tiene el paciente (gafas nasales, ventimax o reservorio), su saturación (medida mediante un pulsioxímetro), auscultación pulmonar y número de respiraciones por minuto. También es importante verificar con el personal de enfermería las constantes básicas de temperatura, frecuencia cardíaca y tensión arterial. Y por supuesto preguntarle al paciente como se encuentra y que tal ha pasado la noche.
Una vez efectuado el pase de visita y tras limpiarnos de forma compulsiva las manos con soluciones alcohólicas y jabón, así como cambiarnos de guantes, nos vamos a la sala de trabajo para de forma conjunta visualizar las analíticas, radiografías y tratamiento de cada uno de los pacientes. Nunca se me olvidaran los eternos debates entre especialistas acerca de la necesidad de utilizar o no los corticoides, terapia anticoagulante, fármacos que rara vez había utilizado en mi vida como el kaletra, la hidroxicloroquina, azitromicina, tocilizumab, remdesivir…
Tras la correcta verificación de los tratamientos y pedir las pruebas analíticas correspondientes, nos disponemos a elaborar los evolutivos clínicos de los pacientes. Aunque parezca mentira, resulta especialmente duro ya que uno de los ítems que debemos rellenar en la historia clínica es si el paciente es subsidiario o no de UCI. Desde un punto de vista ético esa pregunta tendría una fácil respuesta, pero en estos tiempos de colapso y guerra bacteriológica, esta decisión es de difícil de tomar.
Sin embargo, con mucho lo más duro psicológicamente es llamar por teléfono a las familias. No me quiero poner en su situación porque debe ser de lo más duro que tiene que afrontar una familia. ¿Cómo vas a vivir tranquilo en tu casa, aislado, si tienes a la persona que más quieres luchando por su vida solo en una cama del hospital sin que tú puedas reconfortarlo? Aún así, me he encontrado a muchos familiares que me han dado las gracias y ánimos por tratar a sus familiares…Como es posible que ellos me animen a mí, si debería ser yo el que les anime a ellos. Sencillamente se me ponen los pelos de gallina cuando una pobre abuelita me dice que muchas gracias por tratar a su marido, que es una buena persona y que por favor haga todo lo que tenga en mi mano para ayudarlo. Como no poder olvidar esos minutos de aplausos a las 8 de la tarde de toda la población española hacia esos sanitarios, policías, guardia civil, militares, comercios, farmacias….Gracias a ellos, te dan ganas de volver a trabajar día a día, aunque ya no puedas retornar a tu práctica habitual y operar pacientes.
Tampoco podré olvidar nunca las conversaciones telefónicas con mi hijo en las que constantemente me habla del coronavirus y que quiere que le diga todos los días los pacientes que su padre “cura” para decírselo a sus amigos.
Desde aquí mi más sincero homenaje a todas las personas que tienen que estar encerradas y aisladas en su casa y que están confiando en nosotros para salir de esta pandemia.
Entre todos, este virus lo vamos a derrotar.